Solidaridad y Medios

Solidaridad integral en los Medios de Comunicación

Amor y sexualidad

Posted by solidaridadmedios en noviembre 24, 2022

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La naturaleza del amor conyugal exige la estabilidad de la relación matrimonial y su indisolubilidad.

El ser humano ha sido creado para amar y no puede vivir sin amor. El amor, cuando se manifiesta en el don total de dos personas en su complementariedad, no puede limitarse a emociones o sentimientos, y mucho menos a la mera expresión sexual. Una sociedad que tiende a relativizar y a banalizar cada vez más la experiencia del amor y de la sexualidad, exalta los aspectos efímeros de la vida y oscurece los valores fundamentales. La verdad del amor y de la sexualidad conyugal se encuentra allí donde se realiza la entrega plena y total de las personas con las características de la unidad y de la fidelidad: en el matrimonio y la familia. Esta verdad, fuente de alegría, esperanza y vida, resulta impenetrable e inalcanzable mientras se permanezca encerrados en el relativismo y en el escepticismo.

En relación con las teorías que consideran la identidad de género como un mero producto cultural y social derivado de la interacción entre la comunidad y el individuo, con independencia de la identidad sexual personal y del verdadero significado de la sexualidad, hemos de afirmar que corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas también a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.

Esta perspectiva lleva a considerar necesaria la adecuación del derecho positivo a la ley natural, según la cual la identidad sexual es indiscutible, porque es la condición objetiva para formar una pareja en el matrimonio.
La naturaleza del amor conyugal exige la estabilidad de la relación matrimonial y su indisolubilidad. La falta de estos requisitos perjudica la relación de amor exclusiva y total, propia del vínculo matrimonial, trayendo consigo graves sufrimientos para los hijos e incluso efectos negativos para el tejido social.
La estabilidad y la indisolubilidad de la unión matrimonial no deben quedar confiadas exclusivamente a la intención y al compromiso de los individuos: la responsabilidad en el cuidado y la promoción de la familia, como institución natural y fundamental, precisamente en consideración de sus aspectos vitales e irrenunciables, compete principalmente a toda la sociedad. La necesidad de conferir un carácter institucional al matrimonio, fundándolo sobre un acto público, social y jurídicamente reconocido, deriva de exigencias básicas de naturaleza social.

La introducción del divorcio en las legislaciones civiles ha alimentado una visión relativista de la unión conyugal y se ha manifestado ampliamente como una verdadera plaga social. Las parejas que conservan y afianzan los bienes de la estabilidad y de la indisolubilidad cumplen de manera útil y valiente, el cometido a ellas confiado de ser un signo en el mundo, un signo pequeño y precioso, a veces expuesto a la tentación, pero siempre renovado, de la incansable fidelidad con que Dios y Jesucristo aman a todos los hombres y a cada hombre.

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El día internacional de la palabra

Posted by solidaridadmedios en noviembre 24, 2022

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Para no perder la juventud de espíritu es vital enriquecer nuestra interioridad, mantener la capacidad de creer, la capacidad de asombro, la ilusión por los ideales.

«Leía mucho. Pero con la lectura sólo obtienes algo si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo. Quiero decir que sólo aprovechas realmente lo que lees si te aproximas al libro con el ánimo dispuesto a herir y ser herido en el duelo de la lectura, a polemizar, a convencer y ser convencido, y luego, una vez enriquecido con lo que has aprendido, a emplearlo en construir algo en tu vida o en tu trabajo.»

»Un día me di cuenta de que en realidad yo no ponía nada en mis lecturas. Leía como el que se encuentra en una ciudad extranjera y por pasar el rato se refugia en un museo cualquiera a contemplar con una educada indiferencia los objetos expuestos. Casi leía por sentido del deber: ha salido un libro nuevo que está boca de todos, hay que leerlo. O bien: esta obra clásica aún no la he leído, por lo tanto, mi cultura resulta incompleta y siento la necesidad de llenar esa laguna.»

Este personaje de una novela de Sándor Márai nos invita a ser valientes en nuestras reflexiones, para así adquirir, con ocasión de la lectura, más coherencia y profundidad interior. Vivir con deseos de ser interpelado por lo que observamos, escuchamos o leemos es quizá una de las cosas que más contribuyen a sacar al hombre de los estratos primeros de la vida, que más le impulsan por encima de la simple inercia de los comportamientos de su entorno, que le previenen ante un dócil encuadre en las costumbres de moda.

Es cierto que se puede tener mayor o menor facilidad natural para profundizar, según la forma de ser de cada uno, pero la hondura de espíritu es algo que puede y debe excavarcada uno, observando, escuchando, leyendo, reflexionando: así se adquiere profundidad, se logra una mejor comprensión de la realidad, nos hacemos más humanos, más preocupados por vivir cercanos a la verdad y al bien.

Esa profundidad interior irá creciendo a medida que vayamos logrando asimilar las vivencias que día a día acumulamos y nos hacen cambiar poco a poco. A quien le falta esa sensibilidad, su carácter superficial no le permite pensar, le hace creer que lo más seguro es dejar las cosas como están y no complicarse la vida.

Es importante poner ilusión en las cosas, crearse un ideal de vida, proponerse seriamente dejar algo de rastro a nuestro paso, no conformarnos con lo rutinario, con lo fácil, con aquello a lo que se llega sin apenas esfuerzo. Ese inconformismo es muy propio del espíritu que aún no ha sucumbido ante ese paralizante conformismo (disfrazado de realismo, de tener los pies en la tierra y algunos otros tópicos) que tanto afecta a quien ha perdido ya el frescor de la juventud. Para no perder la juventud de espíritu es vital enriquecer nuestra interioridad, mantener la capacidad de creer, la capacidad de asombro, la ilusión por los ideales.

Porque hay opresiones que vienen de fuera, pero hay una opresión que nace del interior, del propio conformismo, y ésa es la más temible. El mayor grado de decadencia está siempre en uno mismo. Aunque el ambiente siempre contagia, cada persona tiene lo más valioso en su interior, y debe lograr imponer su capacidad para distinguir y elegir su propio camino.

A veces algunas personas dicen que ya no creen en nada, y lo dicen de manera altiva y suficiente. Piensan quizá que diciendo eso quedan muy bien, pues aún quedan ambientes en que a la falta de principios y creencias se le encuentra algo de gracia, pero lo más probable es que esas personas no se atrevan a salir de su egoísmo, simplemente.

Alfonso Aguiló

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Explicar la fe religiosa a los adolescentes

Posted by solidaridadmedios en noviembre 17, 2022

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Que un adolescente se rebele ante lo que le rodea, es lo más normal del mundo.

Tengo una hija adolescente que, cada vez que le digo algo, me dice que los tiempos han cambiado y que las cosas se hacen ahora de otra manera. Si lo que le digo, está relacionado con la moral o las sanas costumbres, entonces lo que me dice es que soy una fundamentalista y que soy más papista que el Papa. En realidad, yo lo que le digo es que si uno es cristiano, tiene que vivir de acuerdo a la Doctrina de la Iglesia. Me dice que la religión es una cosa personal y que de religión no hay que hablar. En fin, creo que usted sabe por donde voy. Me puede decir algo en lo que yo pueda reargumentar mis razonamientos.

Que un adolescente se rebele ante lo que le rodea, es lo más normal del mundo. De hecho, la adolescencia consiste, hablando en general, en descubrir el mundo otra vez y por su cuenta. Cuestionan todo lo que los padres y educadores les hemos enseñado, les cambia la forma de pensar, su pensamiento se hace más deductivo, más global. Enlazan más y mejor unos acontecimientos con otros. Redescubren la amistad, el sentido del trabajo, del amor, del compromiso. En realidad, es como si se metieran las manos en los bolsillos y sacaran todo lo que se les ha enseñado hasta la fecha y lo pusieran encima de una mesa para ir cuestionándolo. Esto es bueno para padres y educadores, porque mientras tanto, el tiempo va pasando y cada vez se está más cerca del final de la adolescencia. Si se metieran las manos y en los bolsillos no hubiese nada, entonces el problema sería mayor. No tendrían nada con que “pelearse”. Eso sería una consecuencia de que no se les está educando. Al no tener nada que cuestionar, se lanzarían a lo que les pide el cuerpo: sexo, drogas, alcohol…

De ahí la importancia de educar a las personas en valores, Educación que requiere esfuerzo por conseguir que ellos vayan viviendo esos valores. Si no se hace así, muchos de ellos se perderán. Así de claro.

Cuando un niño o niña no hace lo que tiene que hacer, por que no le gusta, por ejemplo come solo lo que le gusta. Lo que va a quedar deformado, y no educado, en el futuro, va a ser- lo hemos comentado anteriormente pero me parece positivo repetirlo- va a ser, decía, lo relacionado con la afectividad. Van a tener difícil saber querer, saber aguantar por amor, dominar sus instintos. En cambio, si no hacen lo que deben, porque les cuesta, lo que va a quedar dañada es la laboriosidad, el cumplimiento del deber. Tenderán a la pereza.

Sobre lo que le dice su hija de que es muy rígida en lo relacionado con lo religioso, hay que procurar ser oportunos a la hora de hablar de religión con los adolescentes. Enseñarles que los evangelios “son un todo”. Es decir, ser cristiano no es vivir aquello que me gusta, que me atrae el sentimiento y desechar aquello que mi sentimiento no ve claro. Y, por tanto, si no me atrae, no lo vivo. Eso es lo que se llama una religión de supermercado, esto me lo llevo, esto otro no. La religión es un todo y hay cosas que, según las circunstancias por las que pasamos, nos pueden costar más que otras.

En relación a lo que dice sobre que la religión es una cosa íntima, de la que no se debe hablar, forma parte de una corriente dominante que quiere meter en las sacristías a los católicos. Donde debemos y tenemos que estar es en medio de la calle. Tenemos que trabajar y sacar a nuestra familia adelante, como los demás. También debemos construir la sociedad como todos los demás ciudadanos.

El cristianismo es amor, es cariño hacia Cristo. Es muy difícil que una persona no hable de sus cariños. Normalmente, nuestros temas de conversación, están en torno a lo que nos importa. No hay cosa que importe más que el amor. Por tanto, pedir que un cristiano, que intenta vivir como tal, no hable del Cristianismo es, sencillamente, no saber que es ser cristiano. Sería como pedir a un enamorado, que no hable de su amor. Eso no quiere decir que uno se convierta en un pesado o en un monotemático.

Además, estamos en la sociedad de la comunicación, de la imagen, de la publicidad. O sea, que uno puede hablar de las ventajas de una lavadora y no puede hablar de las ventajas de querer y sentirse querido. Eso es no saber lo que se dice.

Sea oportuna, sea discreta, hable más a Dios de sus hijos adolescentes, que a estos de Dios. No obstante, cuando crea que debe decir algo, dígalo. También sería bueno decirle que esa petición de que no le hable de Dios no la puede seguir. Es como si le dijera que no cumpliese con su obligación.

Que su hija se sienta querida, comprendida en su desconcierto, un adolescente es, fundamentalmente, una persona desconcertada. Que ha usted le vean vivir según son sus creencias. Verá como en poco tiempo va pasando ese “sarampión”.

La felicito por la pregunta que ha hecho, actualmente hay muchos padres acomplejados con lo que usted dice. ¡Ánimo!

Jose María Contreras

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La urgente necesidad del testamento vital

Posted by solidaridadmedios en noviembre 15, 2022

Con el testamento vital se especifica que no se quiere el encarnizamiento terapéutico o acciones terapéuticas sin esperanza, inútiles u obstinadas, ni la eutanasia

Ante la legalización de la eutanasia en España y conociendo los precedentes de su aplicación en países como Bélgica y Holanda con su pendiente resbaladiza desde la Conferencia Episcopal Española anima a los fieles a firmar el testamento vital.

¿Qué es el testamento vital?

Se trata de “la expresión escrita de la voluntad de un paciente sobre los tratamientos médicos que desea recibir, o no está dispuesto a aceptar, en la fase final de su vida. El testamento vital también especifica que se administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos, pero que no se aplique la eutanasia”.

-¿Cómo hacer el testamento vital?

La persona que firme está declaración tiene que estar en plena posesión de las facultades mentales. La rúbrica se hará ante la presencia de tres testigos o bien bajo la eventual intervención de un notario.

-¿A quién hay que entregarlo? ¿Dónde se registra?

El testamento vital, reconocido legalmente en España a partir del año 2002 con la Ley de Autonomía del Paciente, una vez firmado se inscribe en un registro de voluntades vitales creado con este propósito en las distintas comunidades autónomas.
Es importante tener en cuenta que las diferentes comunidades han regulado este documento con distintas denominaciones: testamento vital, voluntades anticipadas, instrucciones previas o manifestaciones anticipadas de voluntad. Por eso es conveniente que se consulte la regulación de la comunidad de residencia para asegurar que se cumplen todos los requisitos legalmente exigidos para inscribirse y asegurar su eficacia futura.
En cualquier caso, el testamento vital se puede modificar o revocar en cualquier momento.

-¿Por qué es importante?

El testamento vital es esencial para dejar constancia, de forma anticipada, de nuestra voluntad de aceptar o rechazar determinados tratamientos médicos. De esta manera, se libera a los familiares del peso de tomar decisiones por el enfermo en situaciones tan difíciles.
También contempla nombrar a un representante legal en ma­teria de tratamientos médicos encargado de velar por su cumplimiento y de tomar decisiones en previsión de una eventualidad no contemplada en el testamento escrito.
Además se especifica el derecho a una atención espiritual.

-¿Es válido ante la eutanasia?

El testamento vital especifica que se administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos, pero que no se aplique la eutanasia (ningún acto u omisión que por su naturaleza y en su intención cause la muerte).
La proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia recoge que no podrá aplicarse la eutanasia en caso de que la persona haya suscrito con anterioridad un documento con instrucciones, testamento vital, voluntades anticipadas o documentos equivalentes reconocidos legalmente.
Por eso es importante que se haga y se inscriba en el registro de voluntades vitales de la comunidad autónoma correspondiente para que tenga valor jurídico.

Es curioso que el testamento vital fuera reivindicado por algunas personas y asociaciones que abogaban por una mentalidad claramente eutanásica. Se pa­trocinaba como vehículo para abrir caminos para considerar de forma absoluta la autonomía del paciente. Hoy, ante la posible aprobación de la ley de la eutanasia se hace necesario para evitar abusos de aplicación de la misma cuando no se puede manifestar el consentimiento informado.

-¿Por qué anima la Conferencia Episcopal a que los fieles lo hagan?

Por dos razones:
Para evitar el atropello a la dignidad y a la libertad de la persona incapacitada que trae consigo la ley de la eutanasia.

Para ayudar a humanizar el proceso de muerte con una asistencia humana material y espiritual, estableciendo una línea que dé espacio a una verdadera alianza terapéutica entre el médico competente, los familiares y/o los eventuales representantes que no deberá ser trasgredida.

Con el testamento vital se especifica que no se quiere el encarnizamiento terapéutico o acciones terapéuticas sin esperanza, inútiles u obstinadas, ni la eutanasia entendida como toda medida adoptada para acelerar la muerte de modo directo o inten­cionado.

De esta forma quedan garantizados los cuidados mínimos de sustento vital, como lo es la comida y la bebida en cualquier persona, mientras se considere razonable­mente útil, evitando toda forma de ensañamiento terapéutico.

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Resistencia a renovarse

Posted by solidaridadmedios en noviembre 15, 2022

Cuando una persona dedica tiempo a su formación, incorpora a su vida todo un estilo de abordar las cosas que cambia por completo el resultado final.

Siempre llama la atención que a principios del siglo XXI una fábula siga siendo ejemplificante, pero el éxito editorial de ¿Quién se ha llevado mi queso? parece demostrar que así es.

La historia de esta fábula está protagonizada por dos ratoncillos y dos hombrecillos que vivían en un laberinto y dependían del queso para alimentarse. Habían descubierto una estancia repleta de queso, y vivían allí muy contentos desde hacía años. Pero un buen día se encontraron con que el queso se había acabado.

La reacción de cada uno de los personajes fue distinta. Unos siguieron buscando en la misma estancia, aunque era patente que ya no quedaba nada, pero se obstinaron en que «aquí siempre ha habido queso», y en que «siempre lo hemos hecho así», de manera que en ningún momento se plantearon cambiar sus inveteradas costumbres. Otros, que habían advertido tiempo atrás que el queso se acababa, se habían preocupado de buscar en otros lugares del laberinto y ya disfrutaban de quesos mejores y más variados. Y de los que no fueron previsores, hubo quien al final admitió su error y quien nunca quiso hacerlo.

No pretendo contar ahora la historia completa, pero esta fábula simple e ingeniosa puede ayudarnos a comprender que la mayoría de las cosas de la vida son cambiantes, y que las fórmulas que sirvieron en su momento pueden quedar obsoletas más adelante. El queso representa cualquiera de las cosas que queramos alcanzar. El laberinto es el mundo real, con zonas desconocidas y peligrosas, callejones sin salida, oscuros recovecos, y también habitaciones llenas de queso, unos de mejor calidad y otros peores. Cada uno tenemos nuestra propia idea de lo que es el queso, y de dónde buscarlo. Si lo encontramos, casi siempre nos encariñamos con él, y si lo perdemos o nos lo quitan, la experiencia suele resultar traumática.

Cada uno de nosotros acumula a lo largo de la vida toda una serie de costumbres, modos de hacer y experiencias prácticas que determinan un estilo de trabajar y de vivir. Un buen día podemos encontrarnos con que todas esas rutinas no funcionan bien, y que deben cambiar. Esto puede suceder porque ha habido un cambio importante (en el trabajo, en la vida familiar, en la salud, en la amistad, o en lo que sea), y tenemos que adaptarnos a la nueva situación. También puede ser porque, sencillamente, advertimos que llevábamos una línea equivocada, y nuestro queso no es bueno. Podemos entonces sentirnos enfadados o frustrados, pero también podemos comprender que la vida inteligente supone cambios, como sucedió a esos personajes que de pronto se encontraron sin el queso de siempre, y unos supieron adaptarse y otros no.

Con esto no quiero decir que todo en la vida sea cambiante, ni que debamos cambiar nuestros principios ante unas circunstancias nuevas, porque precisamente lo que nos hace poder adaptarnos a los cambios es tener una base firme sobre la que apoyarnos. Pero no todo en la vida son principios. Hay cosas que siempre hemos hecho, que quizá nunca habíamos pensado en cambiar, pero un buen día debemos ser valientes y cambiar.

Esto exige un cierto sentido de aventura, un afán de renovarse, de hacerse cargo de la complejidad del mundo en que vivimos, y de cuáles son sus claves. Los que saben adaptarse a los cambios suelen ser aquellos que se interesan por las personas, por la cultura, por la historia, por todo. Saben otear el horizonte. Hacen preguntas y se sienten interesados. Escuchan con atención y procuran aprender de todos, sin etiquetarlos por sus éxitos o errores del pasado. Redescubren a la gente cada vez que se encuentran con ella. Perciben nuevos brillos en los viejos rostros. Son flexibles y autónomos. No tienen miedo a introducir nuevos factores que mejoren su vida, aunque les exija verdadero esfuerzo, y aunque vean que a su alrededor otros menosprecian esos valores.

Saber adaptarse a los cambios exige un dinamismo que es propio de quienes son constantes y pacientes; de quienes escuchan con interés y ejercitan su mente leyendo, observando y escribiendo; de quienes procuran reflexionar con hondura y, si tienen fe, dedican tiempo a profundizar en ella y a hacer que impregne de modo profundo y cabal sus vidas.

Es evidente que todo esto requiere tiempo, pero se trata de un tiempo muy bien invertido. Hay toda una serie de pequeñas victorias diarias que pueden cambiar el rumbo de una vida. Cuando una persona dedica tiempo a su formación, incorpora a su vida todo un estilo de abordar las cosas que cambia por completo el resultado final.

Alfonso Aguiló

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El poder de nuestro lenguaje

Posted by solidaridadmedios en noviembre 15, 2022

Alfonso Aguiló

Mercedes Salisachs cuenta en una de sus últimas novelas la historia de Lucía, una niña de once años, huérfana, que después de una infancia azarosa se lanza a la aventura de aprender a leer.

«Lo cierto es que a medida que Lucía se iba adentrando en el mundo de las letras, todo cuanto la rodeaba parecía dilatarse, se volvía más comprensivo y luminoso.

»También se hacía preguntas nuevas. ¿Qué era el cielo? ¿Por qué había tantas estrellas? ¿En qué consistía la lluvia? Y a medida que se iba introduciendo en la comprensión de los signos, algo la espoleaba a comprender también lo que aquellos signos significaban.

»De pronto todo se iba trastocando en la mente de la niña: todo tenía un motivo. Lo más insignificante (como un parpadeo, o un gesto, o cualquier ademán) ya no era algo insustancial que flotaba en el aire. Tenía un significado que podía plasmarse en un papel en forma de nombre.

»Además podía escribirse: todo, incluso aquello que muchos no sabían explicar, la escritura lo explicaba. Era una sensación excitante.»

Leer nos abre la puerta a un mundo nuevo. Un mundo en el que todo se amplía y se ilumina, donde tenemos acceso a lo mejor que se ha pensado y vivido a lo largo de la historia. La palabra nos descifra la imagen, enriquece lo que vemos, nos ayuda a ampliar nuestra visión del mundo, de los demás y de nosotros mismos.

Leer nos permite vivir otras vidas, ponernos en el lugar de otros. Nos hace ver también por los ojos de los demás, pasar por la mente de muchas personas diferentes sin dejar de ser nosotros mismos.

Leer (con acierto, se entiende) nos ayuda a pensar con más libertad y menos estereotipos. Nos hace más libres. Ensancha nuestra mente y nos confiere un sentido crítico que nos hace salir de estrecheces que esclavizan. Como ha escrito Alejandro Llano, una persona que empieza a leer libros de calidad, comienza a abandonar las bien disciplinadas filas de los dictados del consumo, dando un paso al frente, hacia el aire libre del protagonismo en el que uno toma las riendas de su propia vida.

Leer nos facilita comunicarnos con los demás. Facilita temas de conversación, capacidad de expresarse, de abordar los problemas. Quizá sentimos a veces el agobio del “lo sé, pero no lo sé explicar bien”, y eso indica un pensamiento aún confuso, no suficientemente destilado por la lectura.

Conocer la realidad de las cosas exige una riqueza interior que resulta difícil sin una previa riqueza de lenguaje. También, a veces falla la comunicación entre las personas porque, a uno o a otro —o a los dos—, les resulta difícil expresarse. La pobreza de lenguaje está muy ligada a la pobreza de conceptos, y a un pobre conocimiento de la realidad. Si una persona maneja un vocabulario muy reducido, es fácil que no logre discernir bien lo que le sucede, ni sepa cómo traducirlo en palabras. Percibirá su interior quizá como un desconcertante manojo de tensiones, que le hacen sentirse mejor o peor, pero no logra comprender bien qué es lo que siente. Se encuentra perdido y confuso entre acosos e inquietudes que no sabe ni puede desactivar.

No debemos desdeñar el poder del lenguaje. No es una cuestión accesoria, ni meramente formal. Como ha escrito José Antonio Marina, la palabra hace navegable el sentimiento, y esto es así porque la mayor parte de lo que sabemos, lo sabemos “empalabrado”. Por eso, lograr expresar bien en palabras lo que sentimos suele ser un gran paso hacia la clarificación de lo que nos sucede. Un avance decisivo para conocer el corazón del hombre, para conocer el propio corazón, y para aprender a convivir con él, procurando mejorarlo.

La gente que desdeña el valor de la lectura, es fácil que viva con un déficit grande de autoconocimiento que deje baldío e improductivo buena parte de su talento, e incluso que malogre el de otros, como sucede con los conductores inexpertos, que son un peligro para ellos mismos y para los demás.

Quizá el peor enemigo de la lectura es verla como algo costoso, poco grato, como otro deber más que hay que cumplir. Por eso es tan importante darse cuenta de que leer es un excelente modo de descansar y de disfrutar, y que es una verdadera lástima que algunos nunca lleguen a hacer ese descubrimiento.

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La verdad de los valores. Valores y virtudes

Posted by solidaridadmedios en noviembre 6, 2022

LAS VIRTUDES SON LAS FUERZAS QUE NOS CAPACITAN PARA PONER EN PRÁCTICA LOS VALORES

Los valores son los fines que nos proponemos conseguir en nuestra vida. El relativismo defiende la igual legitimidad de todos los fines que los hombres se propongan con sus vidas, “siempre que no molesten a los demás”. Los fines se convierten en valores por el simple hecho de ser elegidos y deseados por los hombres, y cuanto más deseados por los hombres, tanto más valiosos.

¿Es realmente así? ¿Los fines son valiosos porque los elegimos o los elegimos porque son valiosos? El sentido común nos da una primera respuesta: si todos los fines que los hombres se proponen con sus vidas fueran igualmente legítimos, tan valiosos serían los apetitos complementarios de dos sadomasoquistas en el momento de sus relaciones sexuales, como el de una madre que cuida a su hijo enfermo.

Frente al relativismo podemos decir que los valores no son valiosos por el simple hecho de proceder de una voluntad deliberada, sino porque su consecución nos hace realmente mejores personas. Dicho más claramente, los valores derivan su inviolabilidad del hecho de ser verdaderos y corresponder a exigencias verdaderas de la naturaleza humana.

Por lo tanto, un valor en sentido propio, es una verdad, no un simple deseo, que inspira el comportamiento de una persona, y será tanto más valioso cuanto mejor persona le haga.

¿Qué relación tienen los valores con las virtudes? Si los valores son los fines, las virtudes son las fuerzas que nos capacitan para lograr los fines. Hay gente con valores verdaderos, con nobles deseos, pero sin fuerza para hacerlos realidad en sus vidas. Hay gente con valores pero sin virtudes morales. Pero lo que no hay es gente con virtudes y sin valores, porque la capacidad para lograr un fin presupone siempre el conocimiento del fin para el que se tiene dicha capacidad.

La educación moral consiste, precisamente, no sólo en inculcar valores, sino también en ayudar a forjar las disposiciones que nos capacitan para lograr esos valores.

En este punto, como en tantos otros, el relativismo lleva a situaciones absurdas por contradictorias: la gente se escandaliza de tantos delitos, abusos sexuales, maltratos, corrupción, etc., pero no quiere oír hablar de las virtudes que nos capacitan para evitarlos: castidad, templanza, sinceridad, sobriedad…

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Las ideologías no pueden aplastar la dignidad humana

Posted by solidaridadmedios en noviembre 6, 2022

SI NO SE RECONOCE LA VERDAD TRASCENDENTE TRIUNFA LA FUERZA DEL PODER

Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros.

Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás.

La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, del seer humano sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado.

No puede hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría. Cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar ídolos, y enseguida el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos violados. La privación de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa conduce a atrocidades que la historia nos ha mostrado. En esos casos la humanidad es radicalmente empobrecida, privada de esperanza y de ideales.

Entre las causas más importantes de la crisis del mundo moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos, además del predominio del individualismo y de las filosofías materialistas que divinizan al hombre y ponen los valores mundanos y materiales en el lugar de los principios supremos y trascendentes. No puede admitirse que en el debate público sólo tengan voz los poderosos. Debe haber un lugar para la reflexión que procede de un trasfondo filosófico, ético y religioso.

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¿Qué fueron las Cruzadas?

Posted by solidaridadmedios en noviembre 3, 2022

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Las cruzadas salvaron al mundo de una nueva invasión bárbara

En esencia fueron un fenómeno que, cuanto menos en su origen, constituye una manifestación de religiosidad, encauzada y promovida al más alto nivel por el papado. Por ello no es de extrañar que inspirara recelo —y aun inquina— a los adversarios de cuanto representaba la Cristiandad medieval: esto es, a los escritores protestantes y, también en la Europa católica, a los ilustrados precursores de la Revolución. Unos y otros deploran y ridiculizan las cruzadas como otro elemento más de su consideración erronea, de la Edad Media como una época tenebrosa, de fanatismo y barbarie.

La crítica sobre las cruzadas hecha desde el campo protestante e ilustrado no se molesta por tratar de comprender el fenómeno procurando penetrar en la mentalidad de la época, sino que llega al extremo de la descalificación más grosera e insultante, como considerar las cruzadas como «la cloaca de la Cristiandad» o que deberían ser tenidas como «el monumento más señalado y perdurable a la locura humana» o «el principio de las cruzadas fue el fanatismo salvaje». Voltaire las describió como «una epidemia de furia que duró doscientos años y que estuvo siempre marcada por toda la crueldad, perfidia, depravación y locura de que la naturaleza humana es capaz», y Diderot, en fin, las vio como algo propio de «una época de la más profunda obscuridad y más enorme locura» Escribiendo con la libertad del ensayista —sin la responsabilidad del historiador— estos autores procuraron divulgar una imagen negra de las cruzadas, con esos juicios tan sumarísimos y refractarios a matizaciones.

Ya en el siglo XIX, el espíritu del romanticismo traerá consigo una rehabilitación parcial de la Edad Media, principalmente por motivos estéticos. A esta época pertenece la primera gran obra histórica sobre las cruzadas, la Histoire des croisades (1812-1822) de Joseph François Michaud, obra cuya concepción no es insensible al protagonismo francés en aquellas expediciones. Un autor tan representativo del clima moral de la Restauración como Chateaubriand llegará a escribir que las cruzadas, por constituir una guerra contra «un sistema de ignorancia, despotismo y esclavismo», salvaron al mundo de «una nueva invasión bárbara». Esta revalorización de las cruzadas se opera en un contexto de exaltación de las conquistas de la civilización occidental y nacionalismo asociado al advenimiento de la gran época del colonialismo e imperialismo.

Al mismo tiempo, la publicística, la prensa y la propaganda política fueron acostumbrando al público general a la utilización del término «cruzada» en un sentido impropio, aplicándolo por analogía a toda suerte de guerras justas o luchas que se quería presentar como idealistas y desinteresadas, en pro de la verdad y la justicia (por ejemplo, la retórica de cruzada sería evocada en relación con grandes conflagraciones bélicas del siglo XX, como las dos Guerras Mundiales y la Guerra civil española).

En la prensa y en la cultura popular no faltarán, en los últimos tiempos, ejemplos de ignorancia y manipulación que, de manera más o menos consciente, tenderán a repetir algunos de los dicterios ilustrados citados más arriba. Desgraciadamente, la utilización del tema de las cruzadas por algunos políticos eminentes no siempre ha estado acompañada de conocimientos sólidos o buena información.

Si a una persona cualquiera, sin especiales conocimientos históricos, se le pregunta por algún suceso o elemento propio de la Edad Media, es seguro que las cruzadas acudirán típicamente a la mente de muchos. Se trata de un fenómeno complejo, como hemos visto, pero que frecuentemente se representa con perfiles demasiado simplificados —cuando no caricaturescos— en el ámbito de la cultura popular. En novelas de ambientación histórica, películas de cine y series de televisión, incluso en otras manifestaciones tales como los video-juegos, las historietas o los juegos de rol, la visión de las cruzadas atrae fácilmente el interés y hace volar la imaginación de un público general, entre otros motivos por sus aspectos de aventura (es un tema que se presta fácilmente a un enfoque narrativo) y exotismo. Estos mismos aspectos hacen que muchas veces la visión resultante quede distorsionada por el sensacionalismo.

Por otra parte, incluso el historiador más partidario de la objetividad ha de reconocer que por su complejidad y riqueza de facetas, el tema se presta como pocos a «resbalar» por defecto de información o carencia de neutralidad. Un peligro siempre al acecho es la tendencia, a veces inconsciente, a concebir y enjuiciar hechos del pasado de acuerdo con las ideas y la sensibilidad de nuestra propia época, de lo que resulta inevitablemente un anacronismo y, muchas veces, la incapacidad para comprender los hechos tal como se dieron y entendieron en el pasado.

Las cruzadas no fueron concebidas originariamente ni ejecutadas como guerras de conquista encaminadas a extender territorialmente la Cristiandad a costa del islam, sino sobre todo como operaciones dirigidas a socorrer a los cristianos orientales, y a defender el Santo Sepulcro y los demás lugares santos de Palestina para utilidad de los peregrinos; el elemento de conquista se entendía limitado a recuperar aquellos territorios que habían pertenecido previamente a la Cristiandad.

Como tales guerras, en las cruzadas se desplegaron elementos de una gran crueldad y muy vergonzosos desde todo punto de vista moral. En todo caso, las cruzadas presentan similares características de crueldad que otras guerras de entonces, según los usos y la tendencia general de la época: «las cruzadas no hicieron más violento al mundo cristiano e islámico de lo que ya era antes, fue ese mundo violento el que alumbró las cruzadas»

Tal vez lo más distintivo de estas empresas, desde un punto de vista práctico y organizativo, sea que, a diferencia de otras guerras, la participación en las mismas fue siempre voluntaria pues los combatientes libremente decidieran abrazar esta causa y encaminar sus pasos hacia Tierra Santa: y es que el voto de cruzada, como cualquier otro voto, sólo podía tener validez si era fruto de una decisión personal, consciente y libre.

El Ultramar latino formado a partir de las conquistas de los cruzados constituyó un interesante ejemplo de ámbito mestizo (hasta cierto punto), espacio de contacto e intercambio cultural entre Oriente y Occidente. Se han podido estudiar también transferencias culturales de la más variada índole, desde elementos artísticos hasta técnicas militares, pero no hay duda de que las cruzadas tampoco se hicieron para enlazar con la cultura y los productos del Oriente. Ámbitos mucho más relevantes y productivos de estos contactos culturales de la Cristiandad latina con el islam existían ya en Occidente, sobre todo en España y Sicilia (donde tanto se tradujo del árabe al latín).

En manos de los historiadores queda siempre la tarea de precisar y entender cómo fueron las cruzadas medievales, y cómo fueron vividas por sus contemporáneos, de acuerdo con los testimonios de la época que han llegado a nuestro conocimiento: un empeño que, pese a las apariencias, no resulta fácil ni exento de controversias y que, por ello mismo, es seguro que aún ha de rendir frutos apreciables de investigación e interpretación.

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¿Por qué enfadarse si al final te has de desenfadar?

Posted by solidaridadmedios en diciembre 20, 2021

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Alfonso Aguiló

Cuando alguien recibe un agravio, o algo que le parece un agravio, si es persona poco capaz de controlarse, es fácil que eso le parezca cada vez más ofensivo, porque su memoria y su imaginación avivan dentro de él un gran fuego alimentado por ese dar vueltas y más vueltas a lo que ha sucedido.

La pasión de la ira tiene una enorme fuerza destructora. La ira es causa de muchas tragedias irreparables. Son muchas las personas que por un instante de cólera han arruinado un proyecto, una amistad, una familia. Por eso conviene que antes de que el incendio tome cuerpo, extingamos las brasas de la irritación sin dar tiempo a que se propague el fuego.

La ira es como un animal impetuoso que hemos de tener bien asido de las bridas. Si cada uno recordamos alguna ocasión en que, sintiendo un impulso de cólera, nos hayamos refrenado, y otro momento en que nos hayamos dejado arrastrar por ella, comparando ambos episodios podremos fácilmente sacar conclusiones interesantes. Basta pensar en cómo nos hemos sentido después de haber dominado la ira y cómo nos hemos sentido si hemos sido dominados por ella. Cuando sucede esto último, experimentamos enseguida pesadumbre y vergüenza, aunque nadie nos dirija ningún reproche.

Basta contemplar serenamente en otros un arrebato de ira para captar un poco de la torpeza que supone. Una persona dominada por el enfado está como obcecada y ebria por el furor. Cuando la ira se revuelve y se agita a un hombre, es difícil que sus actos estén previamente orientados por la razón. Y cuando esa persona vuelve en sí, se atormenta de nuevo recordando lo que hizo, el daño que produjo, el espectáculo que dio. Piensa en quiénes estuvieron presentes, en esas personas en cuya presencia entonces quizá no reparaba, pero que ahora le inquieta recordar. Y tanto si eran gente amiga o menos amiga, se siente ante ellos profundamente avergonzado.

La ira suele tener como desencadenante una frustración provocada por el bloqueo de deseos o expectativas, que son defraudados por la acción de otra persona, cuya actitud percibimos como agresiva. Es cierto que podemos irritarnos por cualquier cosa, pero la verdadera ira se siente ante acciones en las que apreciamos una hostilidad voluntaria de otra persona.

Como ha señalado José Antonio Marina, el estado físico y afectivo en que nos encontremos influye en esto de forma importante. Es bien conocido cómo el alcohol predispone a la furia, igual que el cansancio, o cualquier tipo de excitación. También los ruidos fuertes o continuos, la prisa o las situaciones muy repetitivas. En casos acumulación de diversos sumandos, uno puede estar furioso y no saber bien por qué.

¿Y por qué unas personas son tan sociables, y ríen y bromean, y otras son malhumoradas, hurañas y tristes; y unas son irritables, violentas e iracundas, mientras que otras son indolentes, irresolutas y apocadas? Sin duda hay razones biológicas, pero que han sido completadas, aumentadas o amortiguadas por la educación y el aprendizaje personal: también la ira o la calma se aprenden.

Muchas personas mantienen una conducta o una actitud agresiva porque les parece encontrar en ella una fuente de orgullo personal. En las culturas agresivas, los individuos suelen estar orgullosos de sus estallidos de violencia, pues piensan que les proporcionan autoridad y reconocimiento. Por eso es una lástima que en algunos ambientes se valoren tanto esos modelos agresivos, que confunden la capacidad para superar obstáculos con una especie de absurda necesidad de maltratar a los demás.

Las conductas agresivas se aprenden a veces por recompensa. Lamentablemente, en muchos casos sucede que las conductas agresivas resultan premiadas. Por ejemplo, un niño advierte enseguida si llorar, patalear o enfadarse son medios eficaces para conseguir lo que se propone; y si eso se repite de modo habitual, es indudable que para esa chica o ese chico será realmente difícil el aprendizaje del dominio de la ira, y que, educándole así, se le hace un daño grande. conductas agresivas se aprenden a veces por recompensa. Lamentablemente, en muchos casos sucede que las conductas agresivas resultan premiadas. Por ejemplo, un niño advierte enseguida si llorar, patalear o enfadarse son medios eficaces para conseguir lo que se propone; y si eso se repite de modo habitual, es indudable que para esa chica o ese chico será realmente difícil el aprendizaje del dominio de la ira, y que, educándole así, se le hace un daño grande. Las conductas agresivas se aprenden a veces por recompensa. Lamentablemente, en muchos casos sucede que las conductas agresivas resultan premiadas. Por ejemplo, un niño advierte enseguida si llorar, patalear o enfadarse son medios eficaces para conseguir lo que se propone; y si eso se repite de modo habitual, es indudable que para esa chica o ese chico será realmente difícil el aprendizaje del dominio de la ira, y que, educándole así, se le hace un daño grande.

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