El Don de la Palabra

El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos comienza diciendo: “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión…” Han pasado unos pocos años desde que, en 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas la proclamase. Desde entonces a acá, algunos de ellos se viven con tanta naturalidad que hasta extraña pensar que, en aquellas fechas, bastantes estuvieran conculcados en distintos lugares de la tierra.  Entre ellos se encuentra el  recogido en ese artículo.  

Como sólo el hombre es capaz de hablar, sólo el hombre tiene el derecho de ser libre para expresarse, aunque a fuerza de ser sinceros, es tan valioso y puede tanto que, en concretas circunstancias, momentos y lugares,  es negado a  muchas personas. 

La verdad es que, entre nosotros, gozamos de esta libertad: no hay más que escuchar o leer cualquier medio de comunicación. Con tanta libertad se expresan algunas personas,  que otras muchas se escandalizan. Sin querer interpretar a nadie, probablemente, ese ánimo no lo provoca la “cantidad”  sino más bien la “calidad” de lo expresado. Es posible que con él se esté manifestando un desacuerdo, no con la libertad de la persona que así dice o escribe, sino con  lo pretendido por esa misma persona a través de sus manifestaciones orales o escritas.

Es que nuestras expresiones y lo que con ellas se quiere transmitir, deben tener también unos límites que  lindan con los de la libertad de los demás.

La palabra, don precioso concedido al género humano, no debe ser enfangada. Nos ha sido dada para comunicarnos y para transmitir a los demás recuerdos, escenas e imágenes percibidas por nuestra sensibilidad y pasados por el filtro del corazón, la imaginación o la conciencia. Se nos ha concedido, para transmitir alegría, para hacer felices a los demás. 

Debe ser por ello, por lo que duele tanto escuchar palabras que ofenden, que desprestigian, que pretenden destruir; que van más en contra de las personas, que a hacer una critica positiva o una censura de sus hechos.  

Debe ser por ello por lo que duelen tanto las palabras que propalan el engaño y la mentira; la calumnia o la difamación. Por ello debe ser, por lo que molestan tanto las palabras que encierran y soportan juicios y afirmaciones fundamentadas en la suposición en vez de en las realidades contrastadas, especialmente  si van dirigidas al desprestigio de algo o, lo que es peor, de alguien.

Los regalos que nos hacen, especialmente si son valiosos, se utilizan con mesura y con esmero para que se conserven sin desdoro.  Pues eso: la palabra: un maravilloso don, un regalo.